«Saber escuchar»

Clive Staples Lewis (Gran Bretaña, 1898-1963) crítico, académico y novelista inglés, considerado como uno de los mejores escritores de literatura infantil y juvenil en lengua inglesa. Amigo y colega de Tolkien, ambos poseían un agudo intelecto, una sólida formación y una pasión por la mitología nórdica que marcaría sus obras capitales: el Hobbit y El Señor de los anillos, en Tolkien y las Crónicas de Narnia (1950),  en CS Lewis. Con Narnia, una obra fantástica y alegórica sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, Lewis inauguraba un género que le convertiría en fundador y referente inexcusable de la narrativa fantástica actual.

Relata C.S.Lewis en su libro Cautivado por la alegría como, a muy corta edad, falleció su madre y el viudo se desequilibró bastante. Notario y gran orador dirigía a sus hijos discursos en los que incorporaba términos tales como abominable, sofisticado o subrepticio. Eran palabras que, como es lógico, los pequeños no entendían.

No era un hombre al que se pudiera informar con facilidad. Su mente era demasiado activa para ser un buen receptor. Lo que él creía haber oído nunca era exactamente lo que tú le habías dicho”. Mr. Lewis, como tantos oradores, tenía la tendencia a escucharse a sí mismo y razonaba en consecuencia: “Tenía más capacidad –anota su hijo- para complicar cualquier tema o a tomar los hechos de forma equivocada que cualquier otra persona que yo haya conocido”.

Según su hijo,  no escuchaba: “Tras haber preguntado con interés no esperaba la respuesta o la olvidaba nada más oírla. Se quedaba con algo, pero algo totalmente distinto a lo que tú habías dicho.“Mucho antes de haber entendido o escuchado tus palabras había puesto en marcha su imaginación, con lo que creaba su propia versión de los hechos y creía que era lo que tú le habías contado. Y su propia versión, una vez adoptada era inamovible”.

«Cuando hablar solo repites lo que ya sabes; pero cuando escuchas quizás aprendas algo nuevo» 

La consecuencia era que los hijos evitaban hablar con el padre y, en ocasiones, se creaban situaciones tensas. “Son situaciones en las que el mismísimo Amor Filial encontraría difícil no dejar escapar algún gesto de impaciencia”, lo cual indignaba al progenitor.

En muchas ocasiones, aquel que se dirige a nosotros no nos está pidiendo consejo, sólo trata de ser amable al informarnos o bien espera ser escuchado. Posiblemente él ya sepa lo que quiere o no quiere hacer. Otras veces estará suficientemente inquieto o disgustado para que no le interesen las batallas del abuelito o sucesos con los que no se identifica.

Por todo lo anterior, es aconsejable saber escuchar antes de hablar. Captar, antes que las palabras, el estado de ánimo de aquel que nos habla. Dejar reposar todo en la cabeza y el corazón antes de dar una respuesta y meditar si ésta es realmente necesaria o, por el contrario, sólo se espera de nosotros una actitud de escucha e interés.